Simbiosis, Residencia ANDAMIO, 2020
“La simbiosis proviene del griego symbíõsis (vida en común) y refiere al proceso natural que se da por la asociación de organismos o especies diferentes. Aunque existen cinco tipos de simbiosis, no todos resultan provechosos para ambas partes; por ello, el más fructífero es el mutualismo, aquel en el que ambas partes se benefician recíprocamente en su desarrollo vital. Asimismo, la palabra alude a la relación de ayuda o apoyo mutuo que se genera entre dos personas o entidades cuando realizan algo en común.
Simbiosis presenta el proceso de reflexión, experimentación y creación desarrollado por la artista Alejandra Ortiz de Zevallos durante sus dos meses de residencia artística en Andamio, la plataforma de arte fundada por las artistas peruanas Micaela Aljovín y Nani Cárdenas. Este proceso forma parte de Surcosonante proyecto que Ortiz de Zevallos llevó a cabo junto al artista audiovisual Josué Arispe entre mayo y septiembre del 2019.
Surcosonante consistió en recorrer los 29 km del río Surco, desde su cauce en el río Rímac (Ate) hasta su desembocadura en la playa La Chira (Chorrillos), con el propósito de realizar un registro visual y sonoro para revelar la condición vital del canal. Buscaban rescatar un río que recorre parte de la ciudad, como las venas que pasan por debajo de la piel, pero que ha sido reducido y olvidado. Así, ambos artistas proyectaron la escucha como una manera de acercarse sensorialmente a los flujos del canal de Surco para explorar nuevos modos de habitar y relacionarse con el territorio y con los cuerpos de agua que se hallan ocultos bajo el cemento. Para complementar esta experiencia idearon un trabajo colaborativo, a manera de tejido comunitario –a través de talleres y entrevistas– a dos grupos de vecinos ubicados en los extremos del canal: el AAHH Víctor Raúl (Chorrillos) y el parque Amaru Yupanqui (Santa Anita). El resultado fue la animación El viaje de Esperanza y el documental Surcosonante, el cual expone las percepciones y memorias colectivas de los miembros de ambos barrios alrededor del agua del río Surco.
A partir de esta experiencia del tejido comunitario, durante la residencia realizada en plena emergencia sanitaria por la pandemia generada por el covid-19, Alejandra Ortiz de Zevallos explora las posibilidades que le brinda la acción de tejer, que será predominante en este proceso: desde el tejido realizado con las hojas de carrizo, hasta el registro fotográfico de su propia piel cuya textura expone sostenida sobre un ladrillo. De esta manera, reflexiona en torno a esta acción como contraria al ocultamiento o la censura que se da por la acción de tapar.
Para este proceso dispone una serie de elementos rescatados del canal de Surco para analizarlos, acaso auscultarlos, y establecer con ellos un nuevo vínculo que le permita generar un relato otro: un tallo de carrizo, hojas secas de carrizo, plantas y flores secas cosechadas a orillas del río, imágenes visuales y sonoras, así como anotaciones y una bitácora –que bien podría ser un libro objeto– en el que la artista recurre al dibujo y al texto para relatar sus descubrimientos diarios.
Además de los elementos naturales, la exploración parte del dibujo y la experimentación con materiales que emulan el agua como las transparencias del plástico, con los cuales la artista va jugando, fotografiando, escaneando, construyendo nuevas cartografías que la van direccionando hacia su propia piel. Así, el viaje exterior que proponía un paisaje sonoro de la ciudad se vuelca un viaje interior que transita dentro del propio ser y que exige bajar la mirada para reconocer el territorio que se está transitando.
Asimismo, Ortiz de Zevallos presenta el trabajo en proceso de una pieza escultórica confeccionada a partir de la técnica del tejido realizado con las hojas secas del carrizo sustraídas del Parque de La Cruz Surcana. Desprovista de una forma preconcebida, la artista se vale de la técnica de tejido de la soga, aprendida con las artesanas de la comunidad de Moray en el Cusco, con quienes desarrolló un trabajo colaborativo en febrero del 2020, para construir un cuerpo orgánico que se presenta como un tejido/nido que puede mutar su forma pero que, también, podría emular a un órgano vital.
Finalmente, se proyecta un vídeo en el que se entreteje un paisaje que se va descubriendo a partir de la repetición de la trama. Las imágenes no son otras que los flujos extraídos del canal, los cuales la artista trabaja para que se reconozcan como un tejido vivo que podría percibirse como perenne, pero que exige acercarse para ser reconocido. Así, a través del sonido subterráneo del agua, Ortiz de Zevallos propone el reconocimiento del ser en este fluir de los cuerpos de agua que va ocupando el espacio expositivo, como un ruido blanco que no necesariamente es percibido de manera consciente.
Si la experiencia anterior plasmaba un cuerpo de trabajo vivencial y en comunidad, donde la acción de escuchar se proponía como contraposición a tapar y olvidar, con el objetivo de reconocer y redescubrir la condición vital del río; esta segunda parte del proceso, que corresponde a la residencia realizada en Andamio, expone la reflexión de la artista acerca de su propia condición de ser fluido y de volverse una con la naturaleza a través de la acción de tejer, que contrarresta el tapar. Así, los bocetos y piezas resultantes se presentan a manera de diálogos que la artista establece con esa experiencia anterior y con el material rescatado de las aguas subterráneas del río Surco, invisible a los ojos de quienes transitan la fragmentada ciudad de cemento que se empecina en negar su propia naturaleza.”
Luisa Fernanda Lindo – curadora
Agosto 2020
Agradecimientos:
ANDAMIO (Nani Cárdenas y Micaela Aljovín)
Luisa Fernanda Lindo
Malaki
Jaime Bedoya
Luz Sarmiento
German Mendieta
Ian Coronado
**“Symbiosis comes from the Greek symbíõsis (life in common) and refers to the natural process that arises from the association of different organisms or species. Although there are five types of symbiosis, not all are beneficial to both parties; the most fruitful is mutualism, in which both sides benefit reciprocally in their vital development. Likewise, the word also alludes to the relationship of mutual help or support generated between two people or entities when undertaking something in common.
Simbiosis presents the process of reflection, experimentation, and creation developed by artist Alejandra Ortiz de Zevallos during her two-month residency at Andamio, the art platform founded by Peruvian artists Micaela Aljovín and Nani Cárdenas. This process forms part of Surcosonante, a project carried out by Ortiz de Zevallos together with audiovisual artist Josué Arispe between May and September 2019.
Surcosonante consisted of walking the 29 km of the Surco River, from its source in the Rímac River (Ate) to its mouth at La Chira beach (Chorrillos), with the purpose of producing a visual and sound record to reveal the canal’s vital condition. Their aim was to rescue a river that flows through part of the city, like veins beneath the skin, yet has been diminished and forgotten. Thus, both artists proposed listening as a way to approach the flows of the Surco canal sensorially, exploring new modes of inhabiting and relating to the territory and to the bodies of water hidden beneath the cement. To complement this experience, they created a collaborative, community-based work—through workshops and interviews—with two groups of neighbors located at the extremes of the canal: the Víctor Raúl settlement (Chorrillos) and Amaru Yupanqui Park (Santa Anita). The outcome was the animation El viaje de Esperanza and the documentary Surcosonante, which conveyed the collective perceptions and memories of both communities in relation to the Surco River’s waters.
From this experience of community weaving, during the residency carried out in the midst of the Covid-19 health emergency, Ortiz de Zevallos explored the possibilities offered by the act of weaving, which became predominant in this process: from weaving with reed leaves to the photographic record of her own skin, its texture laid upon a brick. In this way, she reflected on weaving as an act contrary to concealment or censorship—the covering that silences.
For this process, she gathered a series of elements rescued from the Surco canal to analyze—almost auscultate—and establish a new bond with them, one that allowed her to generate another kind of narrative: a reed stalk, dry reed leaves, dried plants and flowers harvested along the river, visual and sound images, as well as notes and a logbook—which could itself become an artist’s book—in which she used drawing and writing to recount her daily discoveries. In addition to natural elements, the exploration also drew from drawing and experimenting with materials that emulate water, such as the transparencies of plastic, with which the artist played, photographed, scanned, and constructed new cartographies that eventually guided her back toward her own skin. Thus, the outward journey that once proposed a soundscape of the city became an inward journey, one that moved through the self and demanded looking down to recognize the territory being traversed.
Ortiz de Zevallos also presented a work-in-progress of a sculptural piece crafted from the technique of weaving with dry reed leaves collected from La Cruz Surcana Park. Without a preconceived form, she relied on the rope-weaving technique she had learned from artisans in the community of Moray, Cusco—where she developed a collaborative project in February 2020—to construct an organic body, a woven nest-like form capable of mutating its shape but also resembling a vital organ.
Finally, a video was projected, interlacing a landscape gradually revealed through the repetition of the weave. The images were none other than the flows drawn from the canal, which the artist worked to be recognized as a living weave—something that might appear perennial but requires close listening to be acknowledged. Through the subterranean sound of water, Ortiz de Zevallos invited a recognition of being within this flow of water-bodies that occupy the exhibition space like white noise not always consciously perceived.
If the earlier experience embodied a body of work grounded in community, where listening was proposed as an alternative to covering and forgetting—in order to recognize and rediscover the vital condition of the river—this second stage of the process, corresponding to her residency at Andamio, reveals the artist’s reflection on her own condition as a fluid being, becoming one with nature through the act of weaving, counteracting concealment. Thus, the sketches and resulting works are presented as dialogues the artist establishes with that earlier experience and with the material rescued from the Surco River’s underground waters, invisible to the eyes of those who traverse a fragmented cement city that stubbornly denies its own nature.”**
— Luisa Fernanda Lindo, curator
August 2020



