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ESTUDIO ABIERTO_RESIDENCIA ANDAMIO

SIMBIOSIS

Alejandra Ortiz de Zevallos

 

La simbiosis proviene del griego symbíõsis (vida en común) y refiere al proceso natural que se da por la asociación de organismos o especies diferentes. Aunque existen cinco tipos de simbiosis, no todos resultan provechosos para ambas partes; por ello, el más fructífero es el mutualismo, aquel en el que ambas partes se benefician recíprocamente en su desarrollo vital. Asimismo, la palabra alude a la relación de ayuda o apoyo mutuo que se genera entre dos personas o entidades cuando realizan algo en común.

 

Simbiosis presenta el proceso de reflexión, experimentación y creación desarrollado por la artista Alejandra Ortiz de Zevallos durante sus dos meses de residencia artística en Andamio, la plataforma de arte fundada por las artistas peruanas Micaela Aljovín y Nani Cárdenas. Este proceso forma parte de Surcosonante proyecto que Ortiz de Zevallos llevó a cabo junto al artista audiovisual Josué Arispe entre mayo y septiembre del 2019.

 

Surcosonante consistió en recorrer los 29 km del río Surco, desde su cauce en el río Rímac (Ate) hasta su desembocadura en la playa La Chira (Chorrillos), con el propósito de realizar un registro visual y sonoro para revelar la condición vital del canal. Buscaban rescatar un río que recorre parte de la ciudad, como las venas que pasan por debajo de la piel, pero que ha sido reducido y olvidado. Así, ambos artistas proyectaron la escucha como una manera de acercarse sensorialmente a los flujos del canal de Surco para explorar nuevos modos de habitar y relacionarse con el territorio y con los cuerpos de agua que se hallan ocultos bajo el cemento. Para complementar esta experiencia idearon un trabajo colaborativo, a manera de tejido comunitario –a través de talleres y entrevistas– a dos grupos de vecinos ubicados en los extremos del canal: el AAHH Víctor Raúl (Chorrillos) y el parque Amaru Yupanqui (Santa Anita). El resultado fue la animación El viaje de Esperanza y el documental Surcosonante, el cual expone las percepciones y memorias colectivas de los miembros de ambos barrios alrededor del agua del río Surco.

 

A partir de esta experiencia del tejido comunitario, durante la residencia realizada en plena emergencia sanitaria por la pandemia generada por el covid-19, Alejandra Ortiz de Zevallos explora las posibilidades que le brinda la acción de tejer, que será predominante en este proceso: desde el tejido realizado con las hojas de carrizo, hasta el registro fotográfico de su propia piel cuya textura expone sostenida sobre un ladrillo. De esta manera, reflexiona en torno a esta acción como contraria al ocultamiento o la censura que se da por la acción de tapar.

 

Para este proceso dispone una serie de elementos rescatados del canal de Surco para analizarlos, acaso auscultarlos, y establecer con ellos un nuevo vínculo que le permita generar un relato otro: un tallo de carrizo, hojas secas de carrizo, plantas y flores secas cosechadas a orillas del río, imágenes visuales y sonoras, así como anotaciones y una bitácora –que bien podría ser un libro objeto– en el que la artista recurre al dibujo y al texto para relatar sus descubrimientos diarios. Además de los elementos naturales, la exploración parte del dibujo y la experimentación con materiales que emulan el agua como las transparencias del plástico, con los cuales la artista va jugando, fotografiando, escaneando, construyendo nuevas cartografías que la van direccionando hacia su propia piel. Así, el viaje exterior que proponía un paisaje sonoro de la ciudad se vuelca un viaje interior que transita dentro del propio ser y que exige bajar la mirada para reconocer el territorio que se está transitando.

 

Asimismo, Ortiz de Zevallos presenta el trabajo en proceso de una pieza escultórica confeccionada a partir de la técnica del tejido realizado con las hojas secas del carrizo sustraídas del Parque de La Cruz Surcana. Desprovista de una forma preconcebida, la artista se vale de la técnica de tejido de la soga, aprendida con las artesanas de la comunidad de Moray en el Cusco, con quienes desarrolló un trabajo colaborativo en febrero del 2020, para construir un cuerpo orgánico que se presenta como un tejido/nido que puede mutar su forma pero que, también, podría emular a un órgano vital.

 

 

Finalmente, se proyecta un vídeo en el que se entreteje un paisaje que se va descubriendo a partir de la repetición de la trama. Las imágenes no son otras que los flujos extraídos del canal, los cuales la artista trabaja para que se reconozcan como un tejido vivo que podría percibirse como perenne, pero que exige acercarse para ser reconocido. Así, a través del sonido subterráneo del agua, Ortiz de Zevallos propone el reconocimiento del ser en este fluir de los cuerpos de agua que va ocupando el espacio expositivo, como un ruido blanco que no necesariamente es percibido de manera consciente.

 

Si la experiencia anterior plasmaba un cuerpo de trabajo vivencial y en comunidad, donde la acción de escuchar se proponía como contraposición a tapar y olvidar, con el objetivo de reconocer y redescubrir la condición vital del río; esta segunda parte del proceso, que corresponde a la residencia realizada en Andamio, expone la reflexión de la artista acerca de su propia condición de ser fluido y de volverse una con la naturaleza a través de la acción de tejer, que contrarresta el tapar. Así, los bocetos y piezas resultantes se presentan a manera de diálogos que la artista establece con esa experiencia anterior y con el material rescatado de las aguas subterráneas del río Surco, invisible a los ojos de quienes transitan la fragmentada ciudad de cemento que se empecina en negar su propia naturaleza.

 

Luisa Fernanda Lindo – curadora

Agosto 2020

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Agradecimientos:

ANDAMIO (Nani Cárdenas y Micaela Aljovín)
Luisa Fernanda Lindo

Malaki
Jaime Bedoya

Luz Sarmiento
German Mendieta

Ian Coronado

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