KHIPUY 2020 / Moray - Cusco
Proyecto comisionado a Alejandra Ortiz de Zevallos y la comunidad de tejedoras de Kacllaraccay a través de de Mater Iniciativa para la realización de una pieza escultórica que formó parte de la exposición KHIPU en el MALI (2020). La producción de esta pieza "Khipuy" fue financiada por Chazz Design Studio. Constanza Gainza, arquitecta, colaboró en el diseño de la experiencia interacción entre el usuario y la pieza, y Nicolás Villaume desarrolló la plataforma VR.

El Khipu es un objeto que provoca un efecto de asombro y extrañeza en quien lo observa, que tiene que ver en parte con nuestra incapacidad para poder comprenderlo en su totalidad. El marco histórico que hemos atravesado como país nos lleva hoy a un escenario en el cual la diversidad cultural, a pesar de algunos esfuerzos, no llega a reconocerse con todo el valor que debería. Es necesario dar cuenta de la brecha cultural que nos ha separado por muchos siglos y la consecuencia que esto ha traído consigo para el reconocimiento de prácticas y tradiciones ancestrales.
¿Cómo nos acercamos a entender lo que fue el Khipu en su momento? ¿Podemos relacionarlo con algún concepto o práctica contemporánea u occidental? ¿Qué esfuerzos podemos hacer hoy para revalorar las prácticas y tradiciones prehispánicas en las diferentes regiones del Perú, por ejemplo en el ámbito de lo textil? ¿Cómo podemos acercarnos al tejido intentando comprenderlo en un nivel más profundo, como parte de una cosmovisión y orden social?

Khipus. Nuestra historia en nudos. Recorrido Virtual: https://mali.pe/portfolio-item/khipus/#1604545111809-d95ad60c-0323 MALI
La comunidad de Kacllaraccay trabaja de manera conjunta con Mater Iniciativa desde el 2018, desarrollando diferentes proyectos en agricultura y textilería. Mater nos presentó a mi y Constanza a la comunidad. En la primera conversación que tuvimos, les explicamos que se nos había comisionado este proyecto escultórico y que teníamos la intención de hacerlo de manera conjunta. Hubieron seis mujeres interesadas que quisieron participar del proyecto: Francisca Mamani Sara, Gregoria Quillahuaman Saire, Ceferina Enriquez Quispe, Elva Enriquez Quispe y Ceferina Ataú Gutiérrez
Cuando les enseñamos el primer borrador de como podría ser el diseño del tejido Ceferina señaló cada una de las intersecciones del tejido y diciendo: “khipu, khipu, khipu”. En ese momento caí en cuenta de que la palabra “Khipu” tenía un significado mucho más próximo y cotidiano para ellas, la traducción literal de Khipu es simplemente “nudo”, mientras que para los no-quechuahablantes en tendemos es palabra solo como el instrumento de contabilidad prehispánico, que sí esta conformado por nudos, pero a lo que voy es que tiene ese significado específico.


Para comprender el “Khipu” lo primero que tenemos que saber es que en ninguna de las culturas prehispánicas que habitaron el territorio peruano existía el concepto de grafía y por lo tanto no existían los números gráficos. Es decir al momento de contar la persona no traduce el “2” en dos nudos, simplemente hace 2 nudos y lo registraba tridimensionalmente con las manos y esa cuerda carga con la información.
Tenemos entendido que en los khipus almacenaban información la demográfica, de agricultura y comercio de cada región. Era un registro vivo de las poblaciones que todo el tiempo debía actualizarse (anudando/desanudando) para poder tomar decisiones políticas. Por ejemplo, imaginemos que las cuerdas rojas representaban la categoría de hombres, entonces allí se colocaba la cantidad de hombres que habían y sí luego esa cantidad variaba por ejemplo después de un enfrentamiento, entonces se desataban los nudos.
Este sistema de nudos se utilizaba también para llevar registros más cotidianos; una amiga muy querida que creció en Chiquián, Huaraz, y me contaba que cuando su abuela se iba a lavar la ropa de otras familias iba atando nudos en la cuerda que guardaba en su bolsillo y así podía llevar la cuenta y cobrar. Esto debe haber sido 1980 aproximadamente, con lo cual entendemos que el anudar es un concepto fundamental de la cosmovisión andina, de manera que incluso después de ser Colonia y República es un lenguaje que aún persiste, muy integrado al territorio.
Entonces me interesó poner atención al sentido más básico de la palabra y empezar a investigar el khipuy (anudar), watay (amarrar) y paskay (desamarrar), las operaciones manuales que surgían durante el proceso mismo de construir esta pieza.

Los movimientos repetitivos, la posición del cuerpo y la concentración, configuran una atmósfera de cuidado que es íntimo y a la vez colectivo al momento de tejer en comunidad. Es desde ese hacer y la presencia del cuerpo que nos acercamos al conocimiento ancestral. Se aprende a tejer observando, observando a tu madre, quien observo a su abuela y así sucesivamente. Pienso que existe una memoria muscular que recuerda. Es increíble ver lo consolidada que está esta práctica en las mujeres. Todas las mujeres de Kacllaraccay llevan sombrero, sea un día soleado o nublado, siempre sombrero, y en la cinta que lo bordea llevan un broche (para hacer crochet) y una aguja. Si no sabes tejer, o simplemente no eres buena haciéndolo te pueden decir que no eres warmi, ósea que no eres mujer.

La técnica que les propuse hacer era nueva para ellas porque implicaba mezclar dos técnicas la keswa o soga de ichu con el crochet. A Normacha, la hija de seis años de Gregoria, no le tomó ni un día aprender a dominarla. El aprendizaje sucedía en el observar, en ir probando movimientos intuitivos, sin hablar, el resultado final del tejido de la pieza fue fruto de compartir conocimientos y explorar nuevas formas de anudar. Algunas partes de la propuesta requerían un mayor esfuerzo físico pues había que trenzar un alambre número 18 e utilizarlo para envolver el ichu, para este trabajo se incorporaron; Faustino Quispe Mora, Santiago Pillco Saire, Eduardo Yucra Amau y Gabino Saloma Humilde.
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El ichu (Stipa ichu) es un pasto andino que crece sobre todo en zonas de gran altitud. Se utiliza para el forraje del ganado, también para la fabricación de aislantes térmicos y para construcciones artesanales. El puente de Q'eswachaka, reconocido como patrimonio cultural, es una infraestructura prehispánica construida con soga de ichu, durante el imperio incaico. Según Vicente, del distrito de Quehue cada año, en la segunda semana de agosto, las cuatro comunidades del distrito (1,000 personas) se reúnen para renovar el puente de 37 metros de largo. Cada familia debe hacer una cantidad de metros en su casa y luego se juntan para empezar el tejido, la construcción dura una semana y se hace encima del puente viejo, una vez anudada a la estructura (los toros), se corta el puente viejo. Hoy, el puente tiene un sentido simbólico, pues a menos de 500 metros hay otro puente de cemento que utilizan los pobladores de la zona. El puente sigue existiendo porque es una tradición identitaria del lugar y ahora también una fuente de ingreso económico.
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Desde un principio la idea era utilizar el ichu, la “paja brava”, como el material base para la construcción de la pieza. Habíamos investigado sus propiedades y funcionaba muy bien para lo que estábamos buscando. El proceso para construir la soga consiste en recolectar el ichu cuando aún está verde y luego dejarlo secar. Una vez seco, se vuelve a mojar para conseguir una mayor flexibilidad y se empieza a construir la soga frotando el ichu entre las manos.
Santiago Pilco, también de Kacllaraccay sabía hacer la soga, su abuelo la utilizaba para hacer los amarres en la construcción de la casa. Ahora las viviendas son de calamina y ya no necesitan utilizarla. Le contamos a Santiago que queríamos hacer un tejido con soga de ichu y al cabo de dos días reunió a hombres y mujeres en la casa de Ceferina para enseñarles la técnica y cuando alguien empezaba a dominarla le decía “ya estás warmi”. “Warmi” significa mujer, pero mujer tejedora necesariamente y se espera que todas las mujeres sean warmis. Este intercambio fue interesante porque la técnica antiguamente solo la conocían los hombres y ese día todas las mujeres la aprendieron, incluso unas terminaron haciendo unas canastas con la soga.

Además del ichu utilizamos lana de alpaca y de oveja teñida con tintes naturales de la zona; el kjolle, la chilca, el quinchamalí y la cochinilla. El grupo de mujeres con las que trabajamos, “las mamay” (madres) como nos llamábamos unas a otras, ya tienen un tiempo trabajando juntas con el proyecto de Sacha-Warmi de Mater Iniciativa, haciendo individuales y caminos de mesa con telar de cintura y tintes naturales. Repetimos el proceso para poder añadirle color a la pieza.
El vínculo y la consciencia del territorio es constante, todas las actividades y la productividad de la comunidad dependen de la temporada del año y del clima. Lo cual nos llama mucho la atención para quienes venimos de la ciudad y más aún de una ciudad como Lima, en la que cada vez estamos más alejados de la relación con la naturaleza

En la comunidad existe un compromiso implícito de estar y trabajar juntas y juntos. Todos los días en el almuerzo compartíamos la comida, cada una con un táper, que iba rotando hacia la derecha y el mote siempre al centro. El momento de comer, el momento de tomar chicha de jora, el momento de trabajar, todo tiene un orden que todas respetan. La mayoría del tiempo hablaban en quechua, con el tiempo fui entendiendo más y lo que no podía entender, si era muy gracioso, me lo traducían. Mientras trabajamos nos reíamos mucho, todo el tiempo, algo que me sorprendió. Es igual en la chacra, por lo que pude observar. Personas mayores con un alma joven y divertida, presente, activa y sabia.
Cómo no iban a viajar a Lima para la inauguración donde se iba a mostrar el trabajo terminado, propusimos hacer una actividad de cierre y despedida. Nos reunimos el último día, con mucha chicha y mote, y les propuse que crearan algo con estas cuerdas, lo que quisieran, una figura o una escultura y este fue el resultado:

“El inti, los apus Chicón y Moray y la casa de barro que construían nuestros abuelos con ventanas circulares” - Santiago Pilco.
Khipuy es una invitación a trasladar los proceso manuales intuitivos del momento de tejer a un movimiento corporal consciente en una escala mayor, ejerciendo la sensibilidad táctil para anudar y desanudar, un acto que nos llevar a una experiencia sensorial muy primaria. Cecilia Vicuña, argumenta que lo placentero, y sabio a la vez, del contacto con las cuerdas y los hilos proviene de la experiencia con el cordón umbilical en el vientre de nuestras madres, está en nosotros incluso antes de nacer. Por ello es tan interesante el sentido de los nudos en los Khipus. Investigadores como Gary Urton afirman que el sistema de nudos que tenían los Khipucamayoc (quienes fabricaban los Khipus) era un ejercicio de matemáticas en el espacio, es un pensamiento muy abstracto que es difícil para nosotros de entender, porque nosotros ya utilizamos un código para poder hacer matemáticas, la representación numérica, algo que los incas no tenían.
Además es importante señalar que estas cuerdas en sí mismas cargan con una información de este contexto geográfico relevante, al haber teñido con plantas de esta temporada de cosecha, los colores en la pieza son una muestra de un espacio-tiempo específico y recogiendo técnicas constructivas ancestrales.